Esta historia comienza en la Edad Media, concretamente en el siglo XIII. Nos situamos en la antigua España, en el gran reino de Castilla. Eran tiempos difíciles y había una gran crisis económica y comercial. Las enfermedades eran muy frecuentes entre los campesinos y había una gran mortalidad. Los únicos que apenas se salvaban eran la nobleza. En un pequeño pueblo vivía una pareja de campesinos llamados Gonzalo y Teresa de Torrecillas. Estos, vivían en una pequeña casa al oeste de un monte. Llevaban una no muy buena vida y tenían un hijo de 2 años llamado Diego. Gonzalo, se ganaba la vida trabajando en un huerto, del que se alimentaban diariamente. Por otra parte, Teresa trabajaba en el palacio de un noble de un pueblo próximo.
Ambos, hartos de la mala y pobre vida que llevaban y la poca educación y cuidados que recibía su hijo, decidieron dejar todas sus cosas en aquel pueblucho y mudarse con unos familiares a una gran ciudad en el reino de Aragón. Con el poco dinero que tenían, pudieron comprar un carro de mediano tamaño y dos caballos que tiraran de él. Cogieron todo lo necesario para el viaje: comida, ropa, y algunos objetos que podrían vender en la ciudad del reino de Aragón.
A los próximos días se prepararon para salir. Partieron al anochecer, sobre las 22:00. Era una noche oscura y fría. Estaba muy nublado y era luna nueva. Al salir del pueblo, se introdujeron en un alejado camino que estaba en un bosque. A media noche, pararon a descansar y dormir en un pequeño llano que encontraron en la entrada de una cueva. Cuando ya era plena madrugada, Gonzalo escuchó unas pisadas de caballo que se acercaban a lo lejos, pero no echó cuenta. De pronto se despertó por un fuerte ruido y vio que un hombre vestido con una capa negra y la cara cubierta se llevaba a su mujer Teresa. Este sin tener alguna oportunidad, intento atacar al hombre, pero le dio en la cabeza con una maza de madera y se quedo inconsciente.
A los 10 minutos, se despertó y rápidamente cogió en brazos a su hijo Diego y se levanto. Empezó a buscar desesperadamente a su mujer Teresa pero no estaba por los alrededores. Se adentró un poco en el bosque y desgraciadamente encontró a su mujer asesinada y atada a un árbol. Gonzalo, se tiro al suelo desolado y llorando. No podía creer lo que veían sus ojos. Abrazó a su mujer y a su hijo y quedo totalmente destrozado. En mitad del bosque, Gonzalo dijo:
Gonzalo: - ¡JURO QUE VENGARE TU MUERTE TERESA¡ LO JUROOOOO¡¡
Tras esto, cogió entre sus brazos el cuerpo sin vida de su mujer y se lo llevo a la vera del camino. Allí, cabo un agujero muy profundo y enterró a su mujer. Hizo una gran cruz de madera y la puso encima.
A la mañana siguiente, Gonzalo prosiguió su camino hacia el reino de Aragón. Intento ver algún caballo o persona sospechosa perro allí no había nadie. El largo camino duro 5 desesperados días. Diego, su hijo, estaba poniéndose cada vez peor de su salud y Gonzalo estaba muy preocupado. El ultimo día de viaje, al caer la noche, vio una pequeña cabaña a lo lejos. Gonzalo, se acerco a la ventana y vio a un campesino que estaba cenando un trozo de pan con queso derretido en la olla a fuego. Llamaron a la puerta y el hombre salió. Este, se llamaba Pedro y era conocido en los alrededores por ser una persona muy humilde y bueno con todos. Al abrir la puerta, vio que Gonzalo era un hombre pobre. Se dio cuenta de que estaba muy agotado y empezaron a hablar.
Gonzalo: - Buenas noches señor. Me llamo Gonzalo de Torrecillas, y este es mi hijo Diego. Nos dirigimos a una ciudad próxima en el reino de Aragón y me preguntaba si usted nos podría alojar esta noche en su casa.
Pedro: - Pues claro señor, pasen a mi humilde cabaña. Yo les daré comida y un sitio para dormir esta noche y recuperar las fuerzas.
Al pasar, vieron que era una cabaña muy poco amueblada. Solo eran dos habitaciones, la entrada y una pequeña habitación a la derecha de la cabaña con una cama. En la entrada, había una mesa y 4 sillas de madera. En las paredes, había algunas estanterías con cuencos, vasos, cucharas, cacerolas… Al otro lado había un fuego en el que se derretía el queso en una gran olla. Gonzalo, vio que Pedro era un pequeño artesano con la madera. Tenía echas muchas figuras: cubos, triangulo…también realizaba algunos muebles como pequeñas estanterías para libros, para especias, también tenía echas sillas, contraventanas etc.
Gonzalo y su hijo Diego se sentaron en la mesa y Pedro les sirvió pan con leche y un trozo de queso. Gonzalo empezó a hablar con Pedro y le contó su grave viaje. Este, compadeció por él y le dijo:
Pedro: - Amigo, te juro que ahora en adelante te ayudare en todo lo que pueda. Te acompañare en tu viaje y seré tu ayudante en todo lo que necesites.
Gonzalo: - Muchísimas gracias ,Pedro, te lo agradeceré para toda la vida .
A la mañana siguiente, cogieron muchas provisiones y montaron en un buen carruaje que tenia Pedro. Continuaron rápidamente el camino hacia Aragón para llegar lo antes posible. Tras 3 largos días de viaje, por fin divisaron a lo lejos la majestuosa ciudad del reino de Aragón, llamada por todos sus habitantes, La Villa.
Al llegar, había un gran ajetreo. En la entrada, había un gran mercado de especias, telas, animales etc. Había muchísima gente de todas las clases pero la ciudad les dio buena pinta. Las calles principales estaban más o menos limpias, pero como en todas las ciudades, había algunos callejones muy sucios. Se adentraron en un barrio de clase media y empezaron a buscar la casa de los familiares. Preguntaron a algunos comerciantes y por fin llegaron a la puerta de la casa. Llamaron a la puerta y salió una mujer:
Mujer: - Buenos días señor. ¿Qué desea?
Gonzalo: - Buenos días. Me llamo Gonzalo de Torrecillas, marido de Teresa, y mi acompañante se llama Pedro. Me gustaría hablar con los señores de la casa.
Mujer: - Muy bien. Ahora mismo los aviso.
La mujer dejo encajada la puerta y se adentro en la casa. Se dirigió al comedor y allí se encontraban una pareja de ciudadanos.
Mujer: - Señor hay un par de hombres en la entrada, le están buscando. Se hacen llamar Gonzalo de Torrecillas y Pedro.
Señor de la casa: - ¿ Lo dices en serio? Ahora mismo vio yo mismo a atenderles.
El señor salió a la puerta y de pronto se reconocieron.
Gonzalo: - ¡Hola, Javier! ¿ Me reconoces?
Javier : - ¡ Pues claro! ¿ Como no te voy a conocer? Cuanto tiempo Gonzalo, ¿ qué haces aquí? Pasa adelante, por favor. Cuéntame el motivo de tu visita.
Se adentraron en la casa y fueron al comedor. Nada más entrar , Gonzalo reconoció a la mujer que allí se encontraba. Se llamaba Eva. Estos dos señores, eran los cuñados de Gonzalo, es decir, el hermano de la difunta Teresa y su esposa.
Eva: - ¿ Gonzalo, eres tú? ¡ Cuanto has cambiado! Hace mucho tiempo que no nos veíamos. Bueno, bueno, siéntate y empieza a hablar.
Gonzalo se sentó en un sillón y empezó a explicar su historia. Javier y Eva, no podían creer lo que escuchaban. Javier, empezó a llorar al enterarse de que su hermana Teresa había muerto.
Javier: - Ya no hay nada que hacer. Gonzalo, Pedro desde ahora viviréis aquí con nosotros. Tendrás comida y medicamentos de sobra para tu hijo Diego.
Empezaron a comer y siguieron hablando del tema. Al acabar les enseñaron la casa. Era una buena casa: varias habitaciones, un comedor, y una buhardilla
A la mañana siguiente, después de desayunar, salieron a dar una vuelta por la ciudad. Fueron al mercado y por trueque, fueros consiguiendo cosas que les gustaban, como juguetes para Diego. Más tarde, fueron a una pequeña granja que era de Javier y Eva. Allí tenían caballos, cerdos, vacas etc. Cuando ya estaban tranquilos en la casa, empezaron a hablar.
Pedro: - Señor Gonzalo, ¿ qué vamos a hacer a partir de ahora?
Gonzalo: - Pues, aunque lo parezca, no se me ha olvidado mi venganza. Seguiré buscando al infeliz que se le ocurrió asesinar a Teresa.
Pedro: - Pero… ¿ señor, que piensas hacer?¿ Tienes algún plan?
Gonzalo: - Por ahora no Pedro. Pero tenemos que buscarnos un sitio secreto en el que nadie nos moleste. Nadie puede saber nada sobre nuestros planes.
Al cabo de unos días, empezaron a buscar un buen escondite. Fueron un poco a las afueras de la ciudad, concretamente a un pequeño bosque. A lo lejos, vieron una pequeña cabaña de madera. Se acercaron con mucha precaución y se asomaron por la ventana. No había nadie y tenía pinta de estar abandonada. Antes de entrar, se aseguraron de que estaba deshabitada. Fueron a la parte trasera y había un pequeño corral, pero no había animales.
Entraron a la cabaña y vieron que al estructura era segura. Apenas quedaban muebles pero con eso les valdría como escondite. Empezaron a instalar algunas cosas y en unos días ya estaba todo listo.
Gonzalo: - Bueno Pedro, a partir de ahora empezaremos a pensar un plan para la venganza de mi mujer. El desgraciado que la mató, no vivirá mucho más tiempo para contarlo.
Pedro: - Claro que sí señor. Le voy a ayudar en todo lo que pueda y no se lo contare a nadie. Espero que esto acabe pronto.
Gonzalo: - Si Pedro, si. No me gusta para nada tener que matar a gente, pero en este caso, no tengo más remedio.
Pasó bastante tiempo y Gonzalo y Pedro seguían ideando un plan de venganza. Un día al salir al comprar al mercado, escucharon hablar a los campesinos de que un hombre vestido de negro y enmascarado había matado a una mujer de la Villa de la misma forma que mataron a Teresa.
Gonzalo y Pedro volvieron a casa de Javier y Eva. Empezaron a hablar sobre el tema y se quedaron muy sorprendidos.
Javier: - No me lo puedo creer. Puf… tenemos que detener pronto a ese malhechor, o seguirá haciendo de las suyas. No podemos permitir que sigan muriendo mujeres por su culpa. Pero, nosotros no podemos hacer nada.
Eva: - La verdad es que si. Cuando voy a comprar al mercado ya no estoy segura al andar por las calles. Tengo miedo de que me pase algo parecido.
Gonzalo: - Solo las autoridades de la Villa pueden detener a esta persona. No podemos hacer nada.
-Gonzalo le susurró a Pedro en la oreja-.
Gonzalo: Pedro, tenemos que actuar rápido. No podemos dejar que ese hombre siga matando a mujeres inocentes. Vámonos a la cabaña.
Al ir a la cabaña empezaron a idear un buen plan. Tardaron muchos días pero poco a poco lo consiguieron, El plan era el siguiente:
Primero, Pedro fingiría ser un compinche del asesino, para así quedar con él en un sitio determinado. Como es lógico, sería una trampa, es decir una emboscada. Más tarde, Gonzalo aparecería de pronto y atacaría al asesino para acabar de una vez por todas con él.
Antes de comenzar su venganza, debería entrenar para la lucha. Pidió consejos, ayudas, y clases de espada y flechas. Un buen hombre del pueblo, fue el que le ayudo y estuvo entrenando más de un mes y medio.
Al poco tiempo, llegó el momento de poner en marcha el plan.
Pedro se puso en contacto a través de cartas con el asesino. Al cabo de los días recibió una carta en la que ponía:
-He recibido tu carta. Podemos hacer una oferta y ser buenos socios. Quedaremos el viernes a las doce de la noche en la entrada sur de la Villa.-
Pedro hizo lo que ponía. El viernes cogió un carro con caballos y tapo la parte de atrás con una sabana muy grande. Dentro metió muchas cosas y Gonzalo se escondió entre todas las cosas.
Llegaron a la entrada sur de la Villa y allí estaba el asesino. Iba completamente tapado de negro y estaba apoyado en un árbol. Pedro se acerco a él con el carro y se bajó.
Pedro empezó a hablar con el asesino para ir despistándolo poco a poco. Se acercaron al carro, y ¡ de pronto salió Gonzalo con una gran espada! Se abalanzó al asesino y empezaron a luchar. Rápidamente el asesino también sacó su espada y se defendió. Era un gran espadachín y a Gonzalo le estaba costando mucho aguantar sus ataques. El asesino, se agacho de pronto y cogió un puñado de arena. Se lo lanzó a Gonzalo en los ojos y aprovechando que no podía ver, le izo una gran herida en el brazo derecho. Gonzalo, casi desmayado por la pérdida de sangre, cayó al suelo indefenso. El asesino, se acerco lentamente hacia él, diciendo:
Asesino : - Jajaja, ¡tu hora a llegado! ¿ Te creías que ibas a poder con migo ?
Gonzalo: - ¡Maldito miserable ¡
Cuando parecía que todo estaba perdido para Gonzalo, apareció de pronto Pedro. Este, sigilosamente, se acerco al asesino y con una gran estaca de madera le aporreo en la cabeza. Con suerte, este cayó inconsciente al suelo. Gonzalo, sacando las últimas fuerzas que le quedaban, cogió su espada y se levantó. Se coloco delante de su mayor enemigo y si querer mirar, le cortó el cuello. Se volvió a levantar , y llorando dijo:
Gonzalo: - Amada mía, Teresa. He vengado tu muerte. A partir de ahora estaremos todos mucho más tranquilos. Gracias por haberme dado fuerzas para poder hacer este gran trabajo.
Pedro: - Señor, gracias a dios, todo ha terminado. Pero déjeme preguntarle que… ¿ qué vamos a hacer con el cuerpo del asesino?
Gonzalo : - Pues como un verdadero cristiano, debo saber que todos cometemos pecados, así que lo enterraremos junto a la vera del rio.
Pedro , que tenía algunas que otras doces de medicina, vendó rápidamente la herida de Gonzalo, para tapar la salida de sangre
Como bien dijo Gonzalo, al rato llevaron el cuerpo sin vida del asesino al rio. Allí, cavaron un gran hueco e introdujeron el cuerpo.
Más tarde, regresaron a la Villa y les contaron a Javier y Eva todo lo que había pasado. Ellos, se alegraron. Por fin la Villa estaría más segura que nunca.
Pasó mucho tiempo desde que ocurrió lo anterior. Pedro, encontró una buena mujer, se casaron, y tuvieron dos hijos. En cambio, para Gonzalo, Teresa había sido la única mujer en su vida y nunca más se casaría con otra. Este, empezó su nuevo trabajo, escritor. Empezó con pequeños libros de poesía y más tarde con historias como las que os acabo de contar. Bueno, pues aquí termina la historia de un hombre que perdió a su mujer, pero pudo vengar su muerte.
FIN J